Relato 10

Capítulo 10

Astronomía Precolombina en América: Panorama Cronológico y Cultural

La exploración del cielo nocturno y el seguimiento de los ciclos solares y lunares fueron pilares fundamentales para las culturas precolombinas a lo largo de América. Desde los primeros asentamientos urbanos hasta los imperios del siglo XV, los pueblos indígenas de Norteamérica, Mesoamérica, el Caribe y Sudamérica desarrollaron profundos conocimientos astronómicos. Dichos conocimientos influyeron en sus religiones, organización social, arquitectura, agricultura y vida política, dejando evidencia en monumentos alineados con eventos celestes, complejos calendarios y ricas mitologías cósmicas. A continuación, se presenta un informe detallado en orden cronológico, abarcando las principales culturas y civilizaciones precolombinas, sus logros astronómicos, sus intercambios de conocimiento y los impactos en su cosmovisión y sociedad.

Civilización Caral-Supe (Norte Chico, Perú) –hace 5000-3800 ap.

Resumen: Caral, en la costa norte-central de Perú, es la ciudad más antigua de América, contemporánea de las primeras civilizaciones de Mesopotamia y Egipto ancientpages.comancientpages.com. Sus habitantes desarrollaron conocimientos astronómicos sorprendentes para una sociedad de hace 5000 años.

  • Observaciones celestes y alineamientos: Investigaciones recientes del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) revelan que varias pirámides y plazas hundidas de Caral fueron orientadas astronómicamente.
  • En particular, muestran alineaciones con la salida meridional extrema de la Luna (el lunasticio mayor) cerca del solsticio de junio ancientpages.com. Esto significa que los caralinos seguían el ciclo de 18,6 años de la Luna, algo nunca antes constatado con tanta antigüedad ancientpages.com. También se han identificado alineaciones hacia estrellas como Sirio y la constelación de la Cruz del Sur en algunas plazas circulares construidas en épocas distintas ancientpages.comancientpages.com.
  • Impacto en sociedad y subsistencia: Estas alineaciones no eran azarosas; estaban ligadas a ciclos naturales críticos. La salida extrema de la Luna coincidía con el inicio de las inundaciones benéficas del río Supe (por deshielos andinos) y con el fin de la temporada de pesca en la costa ancientpages.com. Es decir, marcaban el momento propicio para la agricultura tras las crecidas y el cierre de la campaña pesquera, sincronizando la vida económica con los cielos. Las construcciones de Caral evidencian “la primera interacción genuina entre el paisaje y el cielo en las civilizaciones de América precolombina”ancientpages.com. Los habitantes ritualizaban los eventos astronómicos para asegurar la armonía con la naturaleza, posiblemente con ceremonias en esas fechas señaladas.
  • Religion y arquitectura: Caral poseía un urbanismo ceremonial: grandes pirámides con fogones centrales y plazas circulares probablemente usadas en rituales astronómicos nocturno ancientpages.comancientpages.com. La Luna parece haber tenido un rol central en su cosmovisión, tal vez como deidad de fertilidad dado su vínculo con las lluvias ancientpages.com. Cada año, los sacerdotes de Caral habrían observado la Luna llena en junio alinearse con sus estructuras para anunciar el ciclo agrícola venidero. El énfasis en la Luna (más que en el Sol) es singular y demuestra que incluso antes de 4000 ap. ya existía un conocimiento deliberado de los ciclos astronómicos complejos en Sudamérica.

https://www.ancientpages.com/2021/04/15/astronomically-aligned-pyramidal-buildings-of-americas-oldest-city-reveal-how-its-builders-apprehended-space-and-time/ Imagen: Vista aérea de Caral (Norte Chico, Perú), la ciudad sagrada más antigua de América. Estudios arqueoastronómicos muestran que sus pirámides y plazas presentan orientaciones vinculadas a la Luna y estrellas brillantes, reflejando cómo esta civilización de hace ~5000 años “amarró” sus rituales y agricultura a los ciclos del cielo ancientpages.comancientpages.com.

Culturas arcaicas de Norteamérica –4000-3000 ap.

En paralelo a Caral, en Norteamérica también hay indicios tempranos de atención a los cielos en sociedades pre-agrícolas y agrícolas incipientes:

  • Poverty Point (Luisiana, EE.UU., 3700-3100 ap.): Este enorme asentamiento de la cultura arcaica tardía construyó calzadas radiales y seis anillos concéntricos de montículos. Se ha propuesto que las avenidas que cortan los anillos están orientadas hacia los puntos donde el Sol se pone en los solsticios de verano e invierno worldheritagesite.org. De ser así, miles de años antes de las civilizaciones clásicas, los habitantes de Poverty Point ya marcaban con monumentos de tierra las posiciones extremas del Sol, posiblemente para ceremonial comunitario y sincronización estacional. Aunque existe debate académico sobre la precisión de estos alineamientos, la tradición oral y algunos arqueólogos destacan a Poverty Point como un posible “marcador de solsticios” a gran escala worldheritagesite.org.
  • Otras evidencias tempranas: En el Valle de Ohio (EE.UU.), sitios arcaicos y formativos como Watson Brake (Luisiana, ~3500 a.C.) y después Adena (1000-200 a.C.) levantaron montículos y geoglifos. No hay consenso claro sobre alineamientos astronómicos en Watson Brake debido a su antigüedad, pero más adelante la tradición de montículos serpentiformes sugiere simbolismo astral: por ejemplo, la Gran Serpiente de Ohio (Great Serpent Mound, primer milenio d.C. pero quizá inspirada en motivos previos) fue trazada de tal modo que su cabeza apunta hacia el punto del horizonte donde se pone el Sol en el solsticio de verano hmdb.org. Este alineamiento intencional de la figura serpentina con el Solsticio sugiere que incluso pueblos tempranos sin escritura observaban el ciclo solar y lo incorporaban en su paisaje ceremonial.

Cultura Olmeca (Mesoamérica) – 3500-2400 ap.

Resumen: Los olmecas, a menudo llamados “cultura madre” de Mesoamérica, florecieron en las tierras bajas del Golfo de México. Aunque su legado escrito es escaso, las evidencias arqueológicas indican que desarrollaron los primeros sistemas calendáricos y conocimientos astronómicos de la región, transmitidos luego a mayas, zapotecas y otras civilizaciones.

  • Orientación de centros ceremoniales: La ciudad olmeca de La Venta (Tabasco, ~3000-2400 ap.) muestra un eje principal orientado aprox. 8° oeste del norte verdadero saturniancosmology.org. Esta desviación no es aleatoria: se ha sugerido que alinearon La Venta con la posición de la puesta del Sol en cierto día (quizá vinculada a los pasos cenitales del Sol en latitudes tropicales) o con la estrella Polaris de aquella época en.wikipedia.org. De hecho, el trazo principal de La Venta parece indicar conocimiento de la orientación norte-sur celeste; se ha llegado a proponer que inicialmente estuvo alineado con la estrella polar del primer milenio a.C., lo cual “indica que los olmecas poseían cierto conocimiento de astronomía”en.wikipedia.org. Además, descubrimientos recientes en la zona olmeca y el oeste de la zona maya (gracias a tecnología LIDAR) han identificado complejos arquitectónicos tempranos (3100-2800 ap.) con orientaciones astronómicas comunes. Estos complejos –como Aguada Fénix y Ceibal– se planificaron con plataformas y pirámides dispuestas según la salida del sol en fechas clave, y algunos incorporan 20 plataformas menores, probablemente representando los 20 días del mes mesoamericano pmc.ncbi.nlm.nih.gov pmc.ncbi.nlm.nih.gov.
  • Calendario y observaciones planetarias: Diversos estudios afirman que ya hacia 3100-2800 ap. los olmecas (o pueblos vecinos bajo su influencia) utilizaban un calendario de 260 días, base de la cuenta ritual mesoamericana pmc.ncbi.nlm.nih.gov. Estructuras orientadas en ciertos ángulos sugieren alineamientos con el recorrido anual del Sol y también con eventos de Venus y la Luna pmc.ncbi.nlm.nih.gov. En efecto, picos de orientación arquitectónica en sitios olmecas coinciden con declinaciones solares y también con las máximas de Venus y la Luna, lo que indica atención a los extremos de Venus (como lucero del alba/atardecer) y a eclipses lunares, sentando las bases de la sofisticada astronomía maya posterior pmc.ncbi.nlm.nih.gov. Este conocimiento protocalendárico pudo haberse plasmado en la invención de la cuenta larga mesoamericana (un conteo continuo de días) que algunos atribuyen a los olmecas (aunque la fecha inscrita más antigua conocida es del 36 a.C. en Chiapas).
  • Impacto cultural y transferencias: La cosmovisión olmeca parece haber venerado a astros como el Sol (posibles deidades del maíz asociadas al ciclo solar). Monumentos olmecas muestran simbolismo astral: por ejemplo, tronos de piedra con representaciones de cuevas y jaguares pueden aludir al inframundo nocturno y al ciclo día-noche. Los olmecas probablemente transmitieron sus innovaciones: evidencias de calendario y escritura temprana halladas en sitios como Cascajal sugieren un legado adoptado por los mayas es.wikipedia.org. De hecho, “el calendario maya, según algunos estudiosos, aparece ya en culturas más antiguas como la olmeca”es.wikipedia.org. Asimismo, alineamientos arquitectónicos olmecas (orientados a solsticios o a Venus) se ven replicados siglos después en centros mayas tempranos. Esta continuidad implica transferencia de conocimiento astronómico por contacto directo o por difusión cultural: las culturas del Preclásico Tardío mesoamericano (como Izapa, Monte Albán, Chiapa de Corzo) usaron esquemas cronológicos y simbología celeste claramente emparentados con la tradición iniciada por los olmecas.
  • Mitos y religión: Si bien no hay textos olmecas sobre sus mitos, posteriores culturas mesoamericanas heredaron la noción de seres y fuerzas cósmicas duales. Es posible que el mito mesoamericano del “quinto sol”, que habla de cuatro soles (eras) anteriores destruidos antes del mundo actual, tenga raíces en esa época primigenia. Este tipo de mito sugiere una concepción de ciclos cósmicos recurrentes, quizá ya intuido por sacerdotes olmecas al observar la repetición de eclipses o Venus. En ausencia de registros directos, los vestigios arqueológicos (alineamientos y calendario) son la ventana a su pensamiento astronómico.

Primeras culturas andinas formativas: Chavín y Chankillo – 2900-2200 ap.

Tras Caral, los Andes centrales volvieron a desarrollar complejos cultos astrales durante el Primer Milenio a.C., visibles en la cultura Chavín y el observatorio de Chankillo:

Cultura Chavín (Andes centrales, 2900-2400 ap.): Centrada en el templo de Chavín de Huántar (Altos Andes de Perú), esta cultura pan-andina veneraba deidades felinas y cóndores, integrando elementos astrales en su arte (por ejemplo, cabezas clavas con rasgos de águila-jaguar que podrían simbolizar el cielo y la tierra). El templo principal muestra una orientación aproximadamente hacia el norte solar. Algunos investigadores plantean que ciertas galerías interiores se alineaban para dejar pasar la luz solar en equinoccios, iluminando estelas sagradas en su interior. Aunque estos detalles están en estudio, es claro que Chavín unificó zonas distantes bajo una cosmovisión común, probablemente marcando rituales estacionales (solsticios de junio y diciembre, épocas cruciales de lluvia y siembra en los Andes). El Dios de los báculos tallado en Chavín (figura de mirada astral y colmillos) luego aparece en iconografía Tiwanaku e Inca, sugiriendo continuidad en la veneración a una deidad celeste creadora.

Observatorio solar de Chankillo (costa de Perú, 2250-2200 ap.): Chankillo es un ejemplo espectacular de astronomía precolombina temprana. En un cerro árido, esta cultura construyó un alineamiento de 13 torres de piedra a lo largo de una cresta.

Las torres, dispuestas en línea norte-sur, cubren todo el recorrido anual del Sol por el horizonte. Desde dos puntos de observación fijos al este y oeste, los sacerdotes podían ver salir o ponerse el Sol exactamente sobre alguna de las torres dependiendo de la fecha. Este sistema marcaba con precisión de 1-2 días los solsticios, equinoccios y las fechas intermedias whc.unesco.org. En otras palabras, Chankillo funcionaba como un calendario solar de piedra, permitiendo definir cualquier día del año observando la posición del Sol whc.unesco.org. Es considerado el observatorio solar más antiguo de América descubierto hasta ahora, y una “culminación de una larga evolución de prácticas astronómicas” en la región whc.unesco.org. El complejo incluía un templo fortificado en una colina cercana, indicando que probablemente era un centro de culto solar: posiblemente en los solsticios se realizaban ceremonias cuando el Sol salía alineado con la torre más extrema, confirmando el cambio de estación.

Impacto en religión andina: La existencia de Chankillo confirma que hacia el 2200 ap. ya había sacerdotes-astrónomos dedicados a observar el Sol diariamente para regular la vida comunitaria. Las ceremonias solares probablemente estaban relacionadas con el culto a deidades solares y la necesidad de asegurar la transición de estaciones (lluvias vs. sequía). Esto prefigura claramente las prácticas de los incas más de mil años después. De hecho, los incas también levantarían pilares para marcar solsticios en Cusco, una idea quizá heredada de tradiciones muy antiguas como Chankillo. El culto solar andino (Inti) tiene raíces en este Horizonte Temprano: las culturas posteriores (Nazca, Huari) continuarían usando geoglifos y estructuras para seguir al Sol.

Transferencia de conocimiento: Aunque Chankillo parece obra de una cultura local de Casma (distinta a Chavín, que ya había declinado), evidencia la difusión de ideas astronómicas en los Andes. Es posible que los sacerdotes Chavín, que conectaban costa y sierra, transmitiesen nociones calendáricas a sus sucesores costeños. El reconocimiento del ciclo anual solar en Chankillo muestra una continuidad en la importancia ritual del Sol. Esto habría influido en culturas intermedias: por ejemplo, en Paracas y Nazca (costa sur peruana, siglos posteriores) aparecen líneas radiales y geoglifos que también se han vinculado con eventos solares y agrícolasen.wikipedia.org. En suma, se observa en los Andes una cadena de conocimiento astronómico desde Caral (Luna), pasando por Chavín (Sol y posiblemente estrellas), Chankillo (Sol calendárico), hasta culminar en el refinamiento inca.

Culturas formativas de Mesoamérica: Zapotecas y Mayas tempranos 2500 – 1800 ap.

Resumen: En Mesoamérica, tras la era olmeca surgieron múltiples civilizaciones que heredaron y ampliaron la astronomía y el calendario. Destacan los zapotecas en Monte Albán y los primeros centros mayas preclásicos, que muestran alineaciones notables y la institucionalización de la clase sacerdotal astrónoma.

Monte Albán (Zapotecas, Valle de Oaxaca): Fundada 2500 ap. Monte Albán es una de las primeras ciudades planificadas de Mesoamérica. Su Gran Plaza posee una orientación ligeramente desviada respecto a los puntos cardinales. En especial, la misteriosa estructura conocida como Edificio J tiene forma de punta de flecha y está orientada hacia el suroeste de manera distinta al resto del conjunto. Investigaciones sugieren que Edificio J apunta hacia la estrella Capella o algún astro brillante que se alzaba o se ponía en fechas específicas ancientpages.com. Otra teoría es que marca la puesta del Sol en el zenit (fenómeno que ocurre en latitudes tropicales). Este edificio, adornado con inscripciones de conquista, pudo servir como observatorio celeste zapoteca. Además, Monte Albán instituyó el uso sistemático de la Cuenta Larga (fechas calendáricas talladas) desde el siglo II a.C., evidenciando que los zapotecas manejaban con precisión el calendario de 260 días y el solar de 365. Es posible que la invención de la escritura zapoteca (y las primeras inscripciones fechadas) estén ligadas a la clase sacerdotal encargada de la astronomía. En la cultura zapoteca, el calendario regía la vida ritual y política; por ejemplo, cada año nuevo (probablemente en algún solsticio) habría ceremonias encabezadas por élites para legitimar su poder mediante la “renovación del fuego” al estilo mesoamericano.

Región Maya Preclásica (Centro y norte de Petén, Guatemala, y Chiapas/Tabasco): Simultáneamente, los ancestros de los mayas construyeron complejos protocitadinos con orientación astronómica. Sitios como Nakbé, Uaxactún, Ceibal (600-300 a.C.) presentan los llamados Grupos “E”, un conjunto arquitectónico consistente en una pirámide al oeste de una plaza y tres estructuras alineadas norte-sur en el lado este. Vistos desde la pirámide occidental, estos tres templos marcan en el horizonte el amanecer en el solsticio de verano (templo norte), equinoccio (templo central) y solsticio de invierno (templo sur) pmc.ncbi.nlm.nih.gov pmc.ncbi.nlm.nih.gov.

Esta disposición, originada en el Preclásico, sugiere que los mayas tempranos observaban cuidadosamente el paso del Sol por el horizonte para señalar los cambios de estación y organizar festividades agrarias. De hecho, en Uaxactún (Guatemala) un Grupo E del Preclásico Tardío muestra claramente esta alineación solar, confirmada por alineamientos similares en decenas de sitios mayas posteriores. Así, desde antes del inicio de la era cristiana, los mayas habían institucionalizado observatorios solares en sus centros ceremoniales, integrando la astronomía en el urbanismo.

Calendario y escritura mayas tempranos: Hacia el siglo I d.C., las evidencias epigráficas más antiguas de los mayas (Estela 2 de Chiapa de Corzo, 36 a.C., y textos de Tikal y Uaxactún ~150 d.C.) ya registran fechas en Cuenta Larga, lo que demuestra un conocimiento refinado del cálculo de tiempo. Esto no habría sido posible sin siglos de observaciones sistemáticas. Es probable que en el Preclásico (500-100 a.C.) se definieran formalmente los ciclos de 20 y 13 días para formar el tzolkin de 260 días, y se sincronizara con un año trópico de 365 días formando la Rueda Calendárica de 52 años labrujulaverde.com labrujulaverde.com. Los mayas adoptaron estos ciclos compartidos en Mesoamérica, pero los integraron a su propio sistema religioso. Por ejemplo, en Izapa (Chiapas, ca. 300 a.C.) se encuentra arte esculpido (Estela 25) que puede reflejar mitos de héroes gemelos y una serpiente celeste, posiblemente antecesores del Popol Vuh maya, donde los movimientos del Sol (gemelo mayor) y la Luna (gemelo menor) tras vencer a las fuerzas de la oscuridad podrían estar codificados.

Influencia olmeca y mezcla cultural: Existe evidencia de influencia olmeca en los mayas tempranos. Un claro ejemplo es Takalik Abaj (Guatemala), ciudad donde coexistieron estilos olmecas y protoclasicos mayas, indicando transmisión de conocimiento. Muchos académicos sugieren que los olmecas legaron la base vigesimal y las nociones calendáricas a los zapotecas y mayas es.wikipedia.org. Por su parte, los zapotecas en Monte Albán influenciaron a los mixtecas más tardíos: tras el declive de Monte Albán (~800 d.C.), los mixtecos adoptaron la escritura y calendario zapoteca, continuando esos registros en códices posclásicos. En resumen, en Mesoamérica hubo intercambios continuosOlmeca → Zapoteca/Maya (calendario y rituales astrales), y posteriormente Teotihuacán → Maya Clásico (orientaciones urbanas y culto planetario), Zapoteca → Mixteca (códices calendáricos), etc., conformando una tradición astronómica pan-mesoamericana.

Período Clásico (1800–1100 ap.): Auge de la astronomía en civilizaciones avanzadas

Entre 200 y 900 d.C. aproximadamente, varias civilizaciones alcanzaron su esplendor. En este período Clásico se observa astronomía altamente desarrollada: registros escritos de eventos celestes, observatorios dedicados, calendarios complejos y fuertes interacciones entre distintas culturas. A continuación, se analizan las principales regiones:

Civilización Maya Clásica (Sureste de Mesoamérica) 2250–1100 ap.

Resumen: Los mayas son reconocidos por tener la astronomía más precisa del hemisferio occidental en la época premoderna. Su civilización, distribuida en ciudades-estado por el sureste de México, Guatemala, Belice y Honduras, desarrolló observatorios, tablas astronómicas, calendarios múltiples y una cosmovisión detallada basada en ciclos cósmicos.

Observatorios y alineaciones arquitectónicas: Muchas ciudades mayas construyeron estructuras específicamente para observación celeste. Un ejemplo famoso es “El Caracol” de Chichén Itzá (Yucatán, período Posclásico Temprano, ~900-1000 d.C.), un observatorio con forma de torre circular sobre una plataforma cuadrangular. Sus ventanas estrechas se orientan hacia posiciones clave de Venus y del Sol en el horizonte en.wikipedia.org.

By Daniel Schwen – Own work, CC BY-SA 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=7652832

Estudios sugieren que los astrónomos mayas podían observar los extremos del recorrido de Venus (máximas elongaciones) desde El Caracol, lo cual es notable dado el ciclo sinódico irregular de este planeta. Igualmente, en ciudades del Clásico como Tikal, Palenque, Copán y Uxmal, las pirámides y templos principales están alineados con eventos solares. Por ejemplo, en Uxmal, la Pirámide del Adivino está orientada hacia la puesta del Sol en el solsticio de verano; en Palenque, ciertas ventanas del Templo de las Inscripciones dejan pasar la luz solar al fondo de la cripta en días cenitales. Estas alineaciones permitían que durante solsticios/equinoccios se produjeran efectos de luz y sombra impresionantes –auténticos espectáculos divinos– reforzando la conexión entre los reyes mayas y el cosmos.

Ciclos de Venus y eclipses: Los mayas registraron con extraordinario detalle el ciclo de Venus (584 días sinódicos). En el Códice Dresden (manuscrito maya del Posclásico basado en conocimientos clásicos) figura la Tabla de Venus, que computa 5 ciclos de 584 días (aprox. 8 años) con correcciones, para predecir apariciones heliacales de Venus losmayas.net es.wikipedia.org. Venus era asociado al dios Kukulkán (Quetzalcóatl) y consideraban sus fases como presagios bélicos: “muchos eventos en este ciclo eran considerados adversos y malignos, y ocasionalmente se coordinaban las guerras para que coincidieran con fases de este cicloes.wikipedia.org. Esto señala que la política y la guerra mayas a veces se supeditaban a fenómenos astronómicos: por ejemplo, planificar ataques justo después de la primera aparición de Venus como estrella matutina, que era vista como deidad lanzando proyectiles.

Asimismo, los mayas calcularon con precisión los ciclos de eclipses. El Códice Dresden incluye una Tabla de eclipses de 405 lunas (~33 años), que les permitía predecir posibles eclipses solares y lunares. En estelas glíficas hay referencias a eclipses temidos o celebrados; por ejemplo, inscripciones en Copán señalan rituales de “oscurecimiento” que probablemente aluden a eclipses solares, eventos cargados de significado ominoso.

  • Calendarios múltiples y cómputo del tiempo: La civilización maya manejaba al menos tres calendarios simultáneamente:
    1. Tzolkin o calendario sagrado de 260 días (13 números × 20 nombres de día), usado para profecías y rituales cotidianos.
    1. Haab o calendario civil de 365 días (18 “meses” de 20 días + 5 días nefastos), usado para agricultura y eventos solares.
    1. Cuenta Larga, un conteo lineal de días transcurridos desde un origen mítico (3114 a.C.), que les permitía fechar eventos históricos en largos períodos de miles de años.
    La combinación del tzolkin y el haab producía el Ciclo de 52 años (cuando ambas cuentas volvían a alinearse), importante en toda Mesoamérica. Los sacerdotes mayas (ah kin) eran expertos en estos cálculos y “poseedores de conocimientos matemáticos y astronómicos” interpretados según su cosmovisión religiosa es.wikipedia.org. Cada katún (período de ~20 años en la Cuenta Larga) se celebraba con rituales especiales, y la finalización de un baktún (~394 años) era considerada una renovación cósmica. Un ejemplo de esto es la expectación generada por el fin del baktún 13 en 2012, que en textos mayas se asociaba al posible retorno de deidades como Bolon Yokte’. Los mayas incluso calcularon ciclos mayores (la Cuenta Larga les permitía proyectar fechas millones de años en el pasado y futuro, como se ve en Quiriguá). Esta obsesión por el tiempo está plasmada en monumentos: estelas de ciudades clásicas exhiben fechas exactas de coronaciones, guerras o eventos míticos en escritura jeroglífica, demostrando un registro histórico-astronómico continuo.

Impacto en religión y política: La religión maya era esencialmente astronómica.

Los dioses principales eran cuerpos celestes o fenómenos naturales: Kinich Ahau (dios Sol), Ix Chel (diosa Luna), Chak Ek’ (Venus como estrella de la mañana), además de dioses del maíz ligados al ciclo anual. Los reyes mayas se legitimaban como intermediarios entre el cielo y la tierra. Por ejemplo, se titulaban “Señor del Katún” o se identificaban con el Sol en la iconografía. En muchas ceremonias de ascenso al trono, se sincronizaba el evento con posiciones celestes favorables.

Una práctica política-ritual importante era la “entronización cósmica”: en Copán, el rey 18 Conejo construyó el famoso Altar Q donde se muestra una línea dinástica con glifos calendáricos, insinuando que su reinado cumplía una profecía temporal. Además, los mayas crearon mitos astrales detallados: el Popol Vuh narra cómo los gemelos divinos se transforman en el Sol y la Luna tras vencer a las fuerzas de la oscuridad, explicando la alternancia día/noche. Este mito refleja la importancia de los eclipses y conjunciones (un gemelo muere y renace, análogo al Sol eclipsado que reaparece). La cosmovisión maya concebía el tiempo como cíclico: creían vivir en la era del “quinto sol” (concepto compartido con otros mesoamericanos) y anticipaban futuros ciclos.

En la práctica, los sacerdotes calmaban ansiedades cósmicas con rituales: por ejemplo, durante un eclipse se hacía ruido para espantar al jaguar que “devoraba” al Sol. Cada 52 años, al cerrar la rueda calendárica, seguramente encendían un fuego nuevo (similar a los aztecas) para asegurar la continuidad del mundo.

Difusión de conocimientos y contactos: Durante el Clásico, la interacción cultural llevó los conocimientos mayas más allá de sus fronteras. La gran metrópoli Teotihuacán en el Altiplano Central (ver más abajo) tuvo enorme influencia sobre las ciudades mayas alrededor de 378 d.C., introduciendo iconografía y quizá prácticas astronómicas propias (como la veneración a la estrella Polar o a ciertas fechas zenitales). Por ejemplo, en Tikal se registra la llegada de un señor de Teotihuacán (“Síaj K’ak’”) precisamente en el año 378, acompañada de reformas político-religiosas.

No es casual que Tikal construyera poco después su “Grupo de las Siete Pirámides” con posibles alineamientos similares a la Calle de los Muertos de Teotihuacán. Así, hubo un flujo bidireccional: Teotihuacán aportó su tradición (p.ej. el ciclo planetario de Venus asociado al dios Quetzalcóatl), mientras astrónomos mayas compartieron sus precisos métodos de conteo de fechas.

En el Posclásico, los maya-itzaes de Chichén Itzá adoptaron también elementos de la Toltecá central (el culto a Quetzalcóatl/Kukulkán, con su calendario venusino) y lo fusionaron con su ciencia calendárica local. En síntesis, la civilización maya clásica representa la cúspide del saber astronómico precolombino, con logros que asombraron incluso a los primeros frailes españoles (quienes se maravillaron de sus almanaques y predicciones).

Teotihuacán y el Altiplano Central de México 2100 a.C. – 1400 ap.

Resumen: Teotihuacán, la gran urbe del Altiplano de México, fue contemporánea del auge maya y se destacó por su planificación urbana con orientaciones astrales, su culto a cuerpos celestes (especialmente el Sol, la Luna y Venus) y su influencia en Mesoamérica. Aunque carecemos de textos glíficos directos, la arqueología y analogías con culturas posteriores nos permiten reconstruir su saber astronómico.

  • Orientación de la ciudad: La Calzada de los Muertos (eje principal norte-sur de Teotihuacán) no está alineada exactamente al norte geográfico, sino desviada ~15,5° hacia el este del norte verdadero. Esta orientación tan precisa corresponde, según estudios, a la salida del Sol por el horizonte alrededor del 12 de agosto y 29 de abril saturniancosmology.org, fechas cercanas al zenit solar en la latitud de Teotihuacán y al inicio de la temporada de lluvias. Es posible que la ciudad entera esté diseñada en función de estos marcadores solares: el 12 de agosto era significativo en el calendario mesoamericano posterior (se cree que corresponde a la fecha de creación del mundo en la Cuenta Larga, 13.0.0.0.0). Además, esa desviación también puede relacionarse con la puesta heliacal de la constelación de las Pléyades, que ocurre a fines de abril y era crucial para predecir las lluvias.
  • Por tanto, Teotihuacán manifiesta un entendimiento de la sincronía entre ciclos solares y agrícolas: la ciudad misma era un gran observatorio. Sus dos pirámides principales —la Pirámide del Sol y la Pirámide de la Luna— se alinean con el Cerro Gordo al norte y con puntos del horizonte donde ocurren eventos astronómicos. Por ejemplo, vista desde la Pirámide de la Luna, el Sol se pone sobre la Pirámide del Sol en ciertos días específicos, generando un efecto visual potente para los observadores de la gran plaza.
  • Culto astronómico y calendario: Teotihuacán parece haber carecido de escritura descriptiva, pero su arte sugiere un culto astral. La deidad conocida como Tlaloc (dios de la lluvia) aparece combinada con símbolos estelares y solares, indicando la importancia del ciclo estacional. Se han encontrado restos de instrumentos que podrían ser gnomones o alineamientos visuales en sus templos. Teotihuacán muy probablemente utilizaba el mismo calendario de 260 y 365 días, pues todos los pueblos vecinos lo hacían, y datos posteriores confirman su difusión pan-mesoamericana. Esta ciudad pudo haber sido el origen de ciertas reformas: algunos investigadores creen que la famosa XIUHmolpilli (ciclo de 52 años) pudo haberse formalizado en Teotihuacán, dado su predominio cultural. La evidencia indirecta son las culturas posteriores del Altiplano (Toltecas, Mexicas) que veneraban a Teotihuacán como lugar donde “se crearon el Sol y la Luna” – un mito náhuatl cuenta que en Teotihuacán se reunieron los dioses para crear el Quinto Sol, sacrificándose uno de ellos para encender el Sol en el cielo. Este mito indica que Teotihuacán era recordada como el sitio del amanecer eterno, lo que coincide con su función astronómica.
  • Observación planetaria: Aunque no tenemos documentos de Teotihuacán, los aztecas heredaron tradiciones de esa región. Sabemos que en Mesoamérica central Venus era observado con atención similar a la maya. Es probable que en Teotihuacán existieran sacerdotes dedicados al lucero matutino (la iconografía del Dios Viejo de Fuego o Huehuetéotl, hallada en Teotihuacán, está vinculada en textos nahuas con Xiuhtecuhtli, regente de un ciclo de Venus arqueologiamexicana.mx). Además, fragmentos pictóricos teotihuacanos muestran estrellas y tal vez cometas – por ejemplo, murales en Tepantitla representan a la diosa del agua bajo un cielo estrellado con Venus. Todo sugiere que el conocimiento astral de Teotihuacán fue legado a los pueblos nahuas y mayas que la sucedieron.
  • Influencia en otras culturas: Teotihuacán fue centro de una vasta red comercial y religiosa. Su influencia llegó al norte de México (paquimé) y al sur hasta Kaminaljuyú (Guatemala) y Tikal. Muchos elementos astronómicos en la arquitectura de esas regiones (estelas, pirámides orientadas, iconos de astros) fueron impulsados por su prestigio. Por ejemplo, en Monte Albán, los zapotecas tallaron en la pared del Edificio J inscripciones de conquistas de Teotihuacán, indicando interacción; se teoriza que Edificio J pudo haber sido un observatorio posicionado tras contacto con Teotihuacán. En los centros maya del Petén, como mencionamos, la intervención teotihuacana a partir del 378 d.C. coincidió con la construcción de observatorios nuevos. Incluso siglos después de su caída (~550-600 d.C.), las culturas del Posclásico (Toltecas y Aztecas) veneraban sus ruinas; los aztecas la llamaron Teotihuacán: “Ciudad de los dioses”, creyendo que allí aprendieron los secretos del cielo. Así, el legado astronómico teotihuacano perduró incorporado en la mitología: un ejemplo notable es la Ceremonia del Fuego Nuevo cada 52 años, que los mexicas practicaban y que posiblemente fue tradición proveniente de Teotihuacán o antes.

Civilizaciones andinas clásicas: Nazca, Moche, Tiwanaku – 1–1000 d.C.

En Sudamérica, durante el período equivalente al Clásico mesoamericano, hubo sociedades sin escritura pero con avanzadas prácticas astronómicas reflejadas en geoglifos, arquitectura y calendarios agrícolas. Entre ellas:

  • Cultura Nazca (Costa sur de Perú, 1–700 d.C.): Famosa por los gigantescos Líneas y Geoglifos de Nazca, trazados en el desierto de manera que solo son apreciables desde el aire. Aunque su función sigue debatida, una de las teorías principales –apoyada por arqueoastrónomos como Maria Reiche– es que algunas líneas sirvieron como marcadores astronómicos. Se han identificado centros radiales de donde parten rayas rectas en varias direcciones, y al menos uno de esos centros muestra líneas alineadas hacia la puesta del Sol en el solsticio de invierno (junio) y hacia la puesta en equinoccio en.wikipedia.org. Dos investigadores italianos (Masini y Orefici) hallaron que un grupo de geoglifos tenía propósito “calendárico” probado por líneas radiales en las direcciones del solsticio y equinoccio en.wikipedia.org. Además, algunos dibujos animales podrían tener asociación astral: por ejemplo, Reiche notó que el geoglifo del mono tiene nueve dedos en una mano, quizás aludiendo a 9 meses, y la araña podría representar la constelación de Orión (de hecho, otra investigadora, Phyllis Pitluga, sugirió que la figura de la araña es un diagrama de Orión y líneas asociadas podrían seguir las tres estrellas del cinturón de Orión en.wikipedia.org). Aunque esta hipótesis fue controvertida en.wikipedia.org, es indudable que los Nazca observaban el cielo: mantenían un calendario agrícola para saber cuándo empezar a sembrar en un desierto donde el agua es preciosa. Muchas líneas de Nazca quizá señalan hacia cerros donde salía el Sol en fechas de lluvias esperadas, o eran caminos rituales para “llamar” a la lluvia y la fertilidad con ayuda de los dioses celestiales en.wikipedia.org. El uso dual ceremonial-astronómico de las Pampas de Nazca habría fortalecido la cohesión social entre grupos de peregrinos que compartían rituales del calendario agrícola en.wikipedia.org.
  • Cultura Moche (costa norte de Perú, ~100–800 d.C.): Los Moche no dejaron evidencias directas de observatorios, pero su arte cerámico y arquitectura reflejan cosmología. En sus huacos retrataron frecuentes escenas astronómico-míticas: deidades decapitadoras vinculadas al Sol o a la estrella Venus (a la que asociaban con sacrificios), y animales sagrados como el zorro y el búho, posibles símbolos estelares. Las Huacas del Sol y de la Luna –dos grandes pirámides de adobe– llevan esos nombres por tradición oral, indicando que los pobladores coloniales ya asociaban esos templos con astros. Es plausible que los Moche realizaran ceremonias en solsticios en la cima de la Huaca del Sol, orientadas hacia la puesta solar tras la montaña sagrada. Algunas investigaciones sugieren alineamientos de las plataformas Moche con eventos lunares extremos, lo que tendría sentido ya que sus ritos sangrientos debían sincronizarse con el ciclo de lluvias y huaycos (inundaciones) de la costa norte, fenómenos regidos por patrones climáticos estacionales (que los sacerdotes podrían anticipar observando las estrellas: por ejemplo, la salida de Sirio o Canopus en ciertas fechas). Aunque más investigación es necesaria, es claro que la estructura social Moche –altamente teocrática– dependía de la interpretación de presagios astrales para legitimar el poder de los sacerdotes guerreros.
  • Horizonte Medio: Tiwanaku y Wari (Andes, ~500–1000 d.C.): Tras la época de Chavín, surgieron dos grandes focos: Tiwanaku en el altiplano (zona del Lago Titicaca) y Wari en Ayacucho. Tiwanaku destacó por un conocimiento astronómico plasmado en piedra: su complejo monumental Kalasasaya posee pilares de piedra espaciados de tal forma que marcan la salida del sol en los solsticios y equinoccios. En los solsticios de invierno y verano, el Sol visto desde el centro de Kalasasaya se alinea con las esquinas extremas del templo, indicando que los tiwanakotas usaban su arquitectura como calendario solar anual. Además, la famosa Puerta del Sol de Tiwanaku presenta un friso con 48 figuras alrededor de un dios central (posiblemente Viracocha o el Sol). Algunas interpretaciones sugieren que esas 48 figuras representen los 48 períodos de 7-8 días que los Aymara utilizaban para cuadrar el año solar, o meses de aproximadamente 15 días (ciclos semilunares). Esto implicaría un sistema calendarico lunisolar tallado en la piedra. Tiwanaku, ubicada a gran altitud, también observaba fenómenos como las heladas y la Cruz del Sur. Su arte muestra constelaciones: ciertos símbolos escalonados podrían aludir a la Chakana (Cruz Andina), una representación de la Cruz del Sur en la cosmovisión quechua-aymara.
  • Por otro lado, Wari (Huari), aunque de menor evidencia astronómica directa, heredó mucho de Nazca y Tiwanaku. Se sabe que los wari utilizaban quipus (cordeles anudados) quizá para anotar cifras calendáricas, y establecieron centros administrativos con plazas donde las élites imponían nuevos rituales anuales sobre poblaciones locales. Es posible que difundir su calendario religioso uniformemente fuese clave de su control imperial. Algunos restos Wari (como en Conchopata) tienen vasijas con símbolos solares y cabezas aladas (¿Venus?). Aunque fragmentario, todo indica que la observación astral seguía siendo vital en los Andes del Horizonte Medio, sentando bases para la sofisticación inca posterior.
  • Mitos y continuidad: En este periodo clásico andino, los mitos se enriquecieron. Viracocha, el dios creador andino, toma prominencia: crónicas posteriores cuentan que Viracocha fue un héroe civilizador, descrito como un hombre blanco con barba, que tras enseñar a la gente se marchó caminando sobre el océano Pacífico prometiendo regresar algún día britannica.com. Esta leyenda de Viracocha puede haberse originado en Tiwanaku (donde su imagen está esculpida) y transmite un “misterio astronómico” semejante al de Quetzalcóatl en México: la llegada desde el mar y la promesa de retorno de un ser divino, interpretada siglos después como la venida de los españoles (los incas creyeron inicialmente que Viracocha había retornado en la persona de los conquistadores blancos y barbados) ancient-origins.netreddit.com. Este mito refleja cómo eventos inusuales (quizá un cometa brillante que desaparece en el horizonte oeste, o un eclipse solar que oscurece el mundo y luego la “luz regresa”) pudieron generar relatos de deidades partiendo y regresando. En las culturas andinas clásicas, el sol era ya figura paternal suprema, la luna era maternal (Mama Quilla para los incas) y se reconocían incluso “constelaciones oscuras” formadas por nebulosas en la Vía Láctea (ej: la figura del Llama negro en la mancha del Coalsack, concepto que los incas heredarían). Esta mezcla de observación y mito aseguró la transmisión oral de conocimiento astronómico a través de generaciones.

Período Posclásico (1100–500 ap.): Perfeccionamiento e integración pan-regional

El Posclásico abarca desde ca. 900 d.C. hasta la conquista europea (~1500 d.C.). Es un periodo de cambios, migraciones y convergencia de saberes astronómicos en grandes imperios como los aztecas (Mexica) en Mesoamérica y los incas en los Andes. Asimismo, en Norteamérica se dan desarrollos finales (Cultura Misisipiana, Pueblos Anasazi) y en el Caribe emergen los taínos con su propia cosmología. Se caracteriza por una astronomía práctica más enfocada en rituales estatales y agricultura, y la síntesis de tradiciones anteriores.

Imperio Tolteca y Azteca (Mexica) – 900–1521 d.C. (Mesoamérica central)

Resumen: Tras la caída de Teotihuacán, pueblos del norte de México (toltecas) y luego los mexicas (aztecas) en el Valle de México retomaron y ampliaron la tradición astronómica mesoamericana. Los aztecas especialmente la integraron profundamente en su religión estatal, utilizando la astronomía para legitimar conquistas, programar rituales de Estado y atemorizar/cohesionar a su pueblo ante la perspectiva del fin del mundo.

  • Calendario y ritual del Fuego Nuevo (Xiuhmolpilli): Los mexicas heredaron el calendario dual de 260+365 días. Cada 52 años, al completarse un ciclo calendario (llamado Xiuhmolpilli o “atadura de los años”), tenían lugar enormes ceremonias para evitar la destrucción del mundo. Temían que al final de cada 52 años, el Sol no volviera a salir, a menos que intervinieran ritualmente labrujulaverde.com labrujulaverde.com. La ceremonia del Fuego Nuevo era su respuesta: se realizaba en la última noche del ciclo, cuando ambas cuentas volvían a la posición de inicio. Apagaban todos los fuegos en Tenochtitlán y territorios, sumiendo al imperio en oscuridad y expectación. Luego, sacerdotes mexicas ascendían al cerro de Huixachtécatl (hoy Cerro de la Estrella) y, exactamente a la medianoche, observaban las estrellas. La señal esperada era la culminación (paso cenital) de la constelación Tianquiztli (las Pléyades) labrujulaverde.com labrujulaverde.com. Si a medianoche las Pléyades estaban en lo alto del cielo, significaba que el cosmos seguía su curso normal. Entonces encendían un nuevo fuego sobre el pecho de una víctima sacrificial labrujulaverde.com, y esa hoguera ritual se veía desde lejos en el valle. Con ello daban por asegurada la continuación del Sol otros 52 años labrujulaverde.com. Inmediatamente prendían antorchas con el fuego sagrado y las llevaban en rápida carrera a todos los templos, donde grandes fogatas se encendían y de allí los mensajeros distribuían el fuego a cada hogar labrujulaverde.com. La ciudad entera renacía en luz. Este ritual profundamente astronómico unificaba al imperio: por días previos, el pueblo ayunaba y se hacía penitencias sangrientas por miedo a la oscuridad eterna labrujulaverde.comEl instante astronómico preciso –el paso de las Pléyades– marcaba la frontera entre la aniquilación y la renovación.
  • Así los mexicas ataban el tiempo (de ahí “atadura de años”) y reforzaban su control social: todo el imperio dependía de sus sacerdotes-astrónomos para no perecer. Cabe señalar que este ritual no fue invención azteca sino práctica pan-mesoamericana: los textos señalan que durante el Posclásico Temprano ya se hacía, y Toltecas o incluso Teotihuacanos probablemente lo realizaban labrujulaverde.com labrujulaverde.com. Los aztecas, sin embargo, lo llevaron a gran escala imperial.
  • Mitología astral y profecías (Quetzalcóatl y el hombre blanco): Los pueblos nahuas del Posclásico rescataron el mito de Quetzalcóatl (la serpiente emplumada, identificado con el planeta Venus y deidad civilizadora). Según las leyendas toltecas, Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl, un antiguo rey-sacerdote de Tollan, había partido hacia el este, “sobre las aguas”, jurando retornar un año Ce Ácatl (1 Caña) en el futuro. Los mexicas conocían esta profecía y cuando en el año 1 Caña de su calendario (1519 d.C.) llegaron los españoles por el mar, Moctezuma II creyó ver el cumplimiento: “reaccionó como si pensara que el recién llegado era nuestro príncipe Quetzalcóatl”arqueologiamexicana.mx. Mensajeros informaron que hombres blancos y barbados habían aparecido en la costa, y Moctezuma, aterrado pero esperanzado, envió ofrendas para recibir al supuesto dios retornado arqueologiamexicana.mx. Este “mito del regreso del dios blanco” es uno de los más célebres misterios histórico-mitológicos. Si bien hay debate académico sobre cuánto influyó realmente en la respuesta indígena (algunos cronistas exageraron la confusión con Quetzalcóatl), la creencia existía: la vuelta cíclica de Quetzalcóatl/Venus estaba arraigada en la mente mesoamericana, ilustrando cómo la astronomía (el ciclo sinódico de Venus) se entrelazó en profecías políticas.
  • Otros mitos aztecas de tinte astronómico incluyen el ya mencionado de los Cinco Soles: creían vivir en el Quinto Sol, habiendo sido destruidos cuatro mundos previos por cataclismos astrales (soles anteriores consumidos por jaguares, vientos, fuego, agua). Este mito cósmico regía sus acciones: los aztecas realizaban constantes sacrificios humanos “para alimentar al Sol” y evitar que este quinto mundo colapsara también labrujulaverde.com. Cada amanecer era la victoria de Huitzilopochtli (dios Sol de mediodía) sobre la noche, lograda gracias a la sangre ofrecida. Así, su religión estatal era, en el fondo, una respuesta al temor astronómico de que el Sol pudiera apagarse, temor mitigado por rituales sangrientos y autosacrificios diarios.
  • Observaciones y ciencia astronómica azteca: Los aztecas disponían de calendarios muy precisos, equivalentes a los mayas. A la llegada de los españoles, registraron con asombro que los mexicas tenían un calendario “más exacto que el nuestro”, acertando en la longitud del año con mínima diferencia (hacían correcciones según algunos estudios, intercalando días cada cierto tiempo, aunque este punto es debatido). Sabemos que identificaban constelaciones (por ejemplo, nombraban a las Pléyades como Tianquiztli, “el Montón” de estrellas) y seguían sus movimientos anuales labrujulaverde.com. También registraron cometas (que interpretaban como presagios funestos) y posiblemente erupciones solares o auroras, traduciéndolas en augurios. A diferencia de los mayas, no dejaron códices astronómicos complejos (en parte porque muchos códices mexicas fueron destruidos), pero los existentes, como el Códice Borgia, contienen ruedas calendáricas y tablas proféticas basadas en los ciclos planetarios.
  • Los aztecas construyeron su capital Tenochtitlán con una disposición ritual: su Templo Mayor tenía dos altares, dedicados a Huitzilopochtli (Sol/war) y Tláloc (lluvia), y se ha observado que en los equinoccios el Sol naciente aparece exactamente entre los dos templos en la cima, uniendo simbólicamente ambas deidades. Además, en los solsticios ciertas esculturas se iluminaban de manera particular. La famosa Piedra del Sol azteca (mal llamada Calendario Azteca) es un disco monolítico que representa esta cosmovisión: en el centro está Tonatiuh (el Sol) sacando la lengua (símbolo de demanda de sangre), rodeado de los glifos de los cuatro soles pasados y anillos con los signos de los días y los rayos solares. Aunque no es un calendario operativo, sí es un mapa simbólico del tiempo y el universo según los aztecas. En sus bordes se ven referencias a estrellas y a la Vía Láctea. En resumen, los aztecas practicaban la astronomía con un fin pragmático-ritual: pronosticar eclipses (que temían mucho), fijar las fechas de fiestas mensuales (tenían 18 “meses” con festivales, muchos de carácter agrícola-astral como Panquetzaliztli en honor a Huitzilopochtli alrededor del solsticio de invierno), y guiar la agricultura en su entorno lacustre (por ejemplo, sabían que cerca del equinoccio de primavera era la temporada de siembra en chinampas).
  • Transferencia y mezcla cultural: La astronomía mexica fue un verdadero compendio de herencias: mayas, mixtecas, toltecas, etc. Los aztecas al migrar al centro de México adoptaron el calendario ritual de los habitantes previos (posiblemente aprendieron de los sabios acolhuas de Texcoco). Su cronista informante, Huehue Motolinía, señala que se apoyaban en “hombres sabios que miraban las estrellas” para cualquier decisión. También hubo influencia directa maya: se sabe que Nezahualpilli, gobernante de Texcoco aliado de los mexicas, tenía astrónomos mayas en su corte y llegó a predecir un eclipse solar que coincidió con la derrota del emperador Axayácatl, mostrando la fama que tenía la ciencia yucateca aún en el siglo XV. Por tanto, la astronomía azteca es una síntesis final de la tradición mesoamericana, enriquecida por todos sus antecesores. Lamentablemente, tras la Conquista, esta tradición se interrumpió bruscamente; sin embargo, gracias a códices posclásicos y relatos coloniales (Sahagún, Durán, etc.), conocemos en bastante detalle su funcionamiento.

Civilización Inca (Andes centrales) – ca. 1200–1532 d.C.

Resumen: El Imperio Inca, último gran estado precolombino en Sudamérica, elevó la astronomía andina a política de Estado. Los incas integraron la observación del Sol, la Luna y las estrellas en su sistema administrativo, su religión oficial y su agricultura a escala imperial. Con capital en Cuzco (Perú), gobernaron vastas tierras donde establecieron observatorios, calendarios locales sincronizados y rituales comunes ligados a eventos celestes.

  • Ciudad de Cusco como observatorio: Cusco, la capital inca, fue diseñada en parte con propósitos astronómicos. Los incas marcaron en el horizonte los puntos de salida/puesta solar en solsticios mediante pilares. Cronistas como Polo de Ondegardo describen que en las afueras de Cusco habían “saywas” (columnas de piedra) colocadas al este y oeste; vistas desde el templo central (Coricancha), el Sol salía detrás de estos pilares en el solsticio de junio y se alineaba con otros en diciembre whc.unesco.org. Así, los sacerdotes incas sabían con certeza cuándo ocurrían los solsticios – informando al Sapa Inca, quien entonces ordenaba las festividades correspondientes. El Coricancha, templo principal del Sol en Cusco, estaba cubierto de oro para reflejar la luz solar. Sus nichos interiores probablemente se iluminaban en equinoccio o en mediodía de los solsticios (se cree que al mediodía del solsticio de verano no proyectaba sombra alguna en su Intiwatana, literalmente “lugar donde se amarra el Sol”). Adicionalmente, Cusco tenía una organización espacial llamada sistema de Ceques: eran 41 líneas imaginarias (ceques) que irradiaban desde el Coricancha hacia los 4 suyus (provincias del imperio), en las cuales se ubicaban ~328 huacas (santuarios) ocp.ldeo.columbia.edu. Muchos especialistas interpretan este sistema ceque como un calendario ritual: cada día del año se honraba secuencialmente una huaca distinta, siguiendo el orden de los ceques, lo que sugiere un calendario de 328 días, cerca de un año lunar-solar modificado (quizá para ajustarlo a ciclos agrícolas locales). Aunque 328 es menos que 365, hay teorías de que los incas ajustaban luego con festividades intercaladas (posiblemente los 37 días restantes representaban un gran festival, o se repartían en descansos cada cierto número de huacas). En todo caso, la organización ceque conectaba cosmología y geografía, usando puntos sagrados en el paisaje alineados con fenómenos celestiales (por ejemplo, algunos ceques seguían la dirección de salida de la Cruz del Sur en cierta época, o la salida de las Pléyades en junio).
  • Observación de estrellas y predicción climática: Los incas fueron observadores atentos de las estrellas. Identificaron constelaciones brillantes similares a las occidentales (Pléyades, Orión, la Cruz del Sur, las Híades) pero sobre todo identificaron constelaciones oscuras en la Vía Láctea, formadas por nebulosas de polvo que bloquean la luz estelar. Por ejemplo, veían un gran llama negra cuya cabeza es la mancha de la nebulosa Coalsack, y otras figuras como la serpientesapoparihuana (flamenco). Estas constelaciones oscuras (llamadas Yana Phuyu, nubes negras) se relacionaban con la llegada de las lluvias y la fertilidad. Los incas también notaron correlaciones astronómicas con el clima: la observación anual de las Pléyades (Qollqa) era fundamental. Hacia junio (mes andino de Camay Quilla), las Pléyades reaparecen antes del amanecer tras un periodo de invisibilidad. Los astrónomos incas evaluaban el brillo y claridad de la reaparición de las Pléyades: si lucían muy brillantes y numerosas, significaba que no habían sido opacadas por nubes interestelares => se interpretaba como anuncio de un año con lluvias abundantes (y por tanto buena siembra); si en cambio aparecían débiles o difusas, se auguraba un año seco o de perturbaciones (hoy se sabe que fenómenos de El Niño afectan la visibilidad estelar por variaciones atmosféricas). Estudios modernos han confirmado que comunidades altoandinas hasta el siglo XX usaban la “prueba de las Pléyades” la noche del 24 de junio para planificar la agricultura colorado.edu. Efectivamente, “reconocían que el brillo de las Pléyades les podía decir cuándo sembrar sus cultivos”colorado.edu. Esto demuestra un conocimiento empírico a largo plazo correlacionando astronomía y meteorología. Además de las Pléyades, los incas reconocían ciclos planetarios sencillos (Venus como Chaska era una estrella importante para ellos, aunque no calcularon sus períodos con la fineza maya) y sabían predecir los solsticios por la longitud del día. Los quipus incas quizá registraban datos astronómicos numéricos (hay quipus con series de nudos que algunos interpretan como tablas calendaricas), pero su desciframiento no es concluyente.
  • Calendario inca y festividades solares: El calendario inca registrado por cronistas era lunisolar ajustado. Se componía de 12 meses lunares de ~30 días, cada uno con festivales principales, y para no perder sincronía con el Sol añadían periódicamente días extras o incluso un 13º mes intercalar según necesitara el astrónomo del rey machutravelperu.com. Los meses incas llevaban nombres que denotan actividades agrícolas o rituales: por ejemplo, Capac Raymi (fiesta mayor, alrededor del solsticio de diciembre), Paucar Waray (florecimiento, en primavera), Inti Raymi (fiesta del Sol, solsticio de junio). Inti Raymi, celebrada en el solsticio de invierno austral (alrededor del 21 de junio), era la ceremonia más importante: durante 15 días se hacían ofrendas y danzas en honor a Inti (el Sol) pidiéndole el regreso (pues en junio el Sol está más alejado y débil, corresponde a invierno en Cusco) machutravelperu.com. El Sapa Inca presidía esta ceremonia, que incluía sacrificios de llamas al amanecer y sacrificios de chicha (derramar bebida al suelo) para nutrir a la tierra cuando el Sol “renace” después del día más corto del año. Otra festividad era Coya Raymi en septiembre (honrar a la Luna, esposa del Sol, pidiendo fertilidad) y Citua (ceremonia de purificación en equinoccio de marzo). Es notable que los incas sincronizaban su calendario agrícola-religioso con los solsticios de manera estatal: el Inca definía el momento exacto desde Cusco y esto se replicaba en todo el Tahuantinsuyu.
  • Arquitectura ritual astronómica en el imperio: Fuera de Cusco, los incas levantaron o adaptaron estructuras para observación. Un ejemplo es el Intihuatana de Machu PicchuIntihuatana significa “amarradero del Sol”: era un bloque tallado con formas angulares colocado en la cima de un montículo sagrado. El Intihuatana de Machu Picchu (y otros en diferentes ciudades) funcionaba como reloj solar: su poste central proyecta sombras que permitían a los sacerdotes identificar equinoccios y solsticios. En los equinoccios, supuestamente, la sombra del pilar desaparecía al mediodía (el Sol “amarrado” directamente encima); en solsticio, la sombra era más larga, marcando los extremos. Así, controlaban el año agrícola midiendo sombras machutravelperu.com. Estos intihuatana también eran altares para ofrendas durante esos eventos celestes. Desgraciadamente, los conquistadores españoles destruyeron la mayoría al considerarlos ídolos (de hecho, en idioma quechua designaban a los astrónomos como “yanca huillca” o algo similar, y destruyeron sus instrumentos). Machu Picchu asimismo está lleno de alineamientos: ventanas del Templo del Sol allí dejan pasar el primer rayo del solsticio de junio que cae sobre una roca sagrada. Otra evidencia arqueoastronómica la tenemos en Llactapata (cerca de Machu Picchu), donde se halló un complejo recientemente con alineamientos hacia la salida solar en solsticio. En Quito (Ecuador), se cree que había un observatorio en Quitoloma para el equinoccio (ya que allí el Sol pasa por el cenit). Los incas también innovaron en observatorios de horizonte: en sitios altos colocaban columnas o mojones para seguir el recorrido solar. En el altiplano, integraron su calendario con el de culturas locales aymaras (que tenían 13 meses de 28 días, diferente, lo cual requirió sincretismo). En general, en cada provincia los incas respetaron las huacas locales pero las incorporaron a su sistema imperial, unificando la religión astral.
  • Mitos imperiales y conocimiento transmitido: La religión inca se centraba en Inti (el Sol) como antepasado mítico de los emperadores (el Inca se decía “Hijo del Sol”). También veneraban a Mama Quilla (Luna) y a Illapa (dios del rayo asociado a constelaciones). Un mito interesante es el de Manco Cápac y Mama Ocllo, los fundadores legendarios, enviados por el Sol emergiendo del Lago Titicaca – esto refleja la unión de fenómenos celestes (Sol) con geográficos sagrados (Titicaca, donde según mito Viracocha hizo aparecer al Sol y Luna). Respecto a transferencia de conocimiento, los incas indudablemente aprovecharon la sabiduría astronómica de pueblos anexados.
  • De los Chimú (cultura costeña conquistada ~1470 d.C.) habrían obtenido sistemas de pronóstico de El Niño a través de las Pléyades, y de los Colla y Aymara adoptaron constelaciones oscuras. Algunas constelaciones incas, como la llama negra, probablemente existían en la tradición Tiwanaku/Aymara mucho antes. También se sabe que los incas enviaban y recibían expertos: por ejemplo, tras conquistar la cultura Chachapoya (selva alta), trajeron a Cusco sacerdotes chachapoyas que conocían bien las estrellas del norte no visibles desde Cusco, ampliando su cosmovisión. Así, el Imperio Inca actuó como compilador y estándar: donde encontraba saber astronómico local valioso, lo integraba a su calendario oficial. El resultado al momento de la conquista fue un sistema astronómico-religioso pan-andino bastante unificado, centrado en el culto solar imperial pero tolerante a devociones estelares regionales, todo ello administrado por una élite de amautas (sabios) y sacerdotes.

Cultura Mississippiana y Pueblos Ancestrales (Norteamérica) 2900–500 ap.

En Norteamérica, aunque no surgieron “imperios” comparables en tamaño, hubo desarrollos notables en astronomía entre los pueblos nativos en el Posclásico tardío:

  • Cultura Mississippiana (EE.UU. medio, 800–1500 d.C.): Centrada en grandes asentamientos como Cahokia (Illinois), construyeron enormes montículos ceremoniales y plazas. Cahokia (florecimiento ca. 1050–1200 d.C.) contaba con un Woodhenge – círculos de grandes postes de madera – usados como marcadores solares. Arqueólogos hallaron varias estructuras circulares concéntricas de postes; alineaciones demostraron que desde el centro del círculo, ciertos postes señalaban la salida del Sol en los solsticios de verano e invierno, y equinoccios. Por ejemplo, uno de los postes marcaba exactamente el punto en el horizonte donde salía el Sol en el solsticio de invierno, permitiendo a los sacerdotes de Cahokia calendarizar ceremonias (y quizás determinar cuándo preparar los campos para la siguiente estación) worldheritagesite.org. En Moundville (Alabama) y otros sitios, la disposición de montículos sugiere orientación cardinal, y la famosa Gran Serpiente Mound de Ohio (reutilizada en el Posclásico por Fort Ancient, pero quizás de origen Adena) fue alineada –como vimos– a la puesta del solsticio de verano hmdb.org. Esto indica que los conceptos astronómicos se mantuvieron y expandieron. La religión del Círculo Solar parece haber sido importante para los mississippianos: artefactos muestran cruces dentro de círculos (símbolo solar cardinal) y el “Hombre-Pájaro”, figura mítica asociada al Sol naciente y al Este. Socialmente, los jefes mississippianos podrían haber usado predicciones astrales para organizar las actividades agrícolas en el valle del Mississippi (por ejemplo, la llegada de la temporada de inundaciones, la caza estacional, etc.). Hay evidencia de que seguían ciclos de Venus también: ciertas pinturas rupestres en Missouri (Troya) tienen patrones de puntos que podrían registrar la aparición de Venus en el horizonte. La influencia mesoamericana es un tema debatido, pero algunos han sugerido que la idea de Woodhenge y las iconografías solares de Cahokia pudieron inspirarse en contactos difusos con Mesoamérica (quizás a través de redes comerciales que traían conchas y cobre desde el Golfo de México). En cualquier caso, para 1500 los pueblos del Mississippi tenían un calendario solar rudimentario y un culto astral consolidado.
  • Pueblos Ancestrales (Anasazi, Hohokam, Mogollon) – Suroeste de EE.UU., 500–1400 d.C.: En el árido sudoeste, los antepasados de los hopi, zuni y otros pueblos pueblo desarrollaron una sofisticada observación solar para sobrevivir. En Chaco Canyon (Nuevo México, ca. 850–1250 d.C.), la civilización Chacoan construyó grandes casas orientadas astronómicamente. El ejemplo más notable es el Sun Dagger (Puñal Solar) en Fajada Butte: tres losas de roca calibradas proyectan, durante el solsticio de verano, un rayo de sol en forma de daga de luz que atraviesa el centro de una espiral tallada en la roca www2.hao.ucar.edu www2.hao.ucar.edu. En el solsticio de invierno, dos dagas de luz encuadran la espiral desde lados opuestos www2.hao.ucar.edu. En los equinoccios, una sola daga cae sobre el borde de la espiral www2.hao.ucar.edu. Este ingenioso marcador indica que los anasazi de Chaco monitorizaban los solsticios con precisión y valoraban registrar esos eventos por medios simbólicos. Además, Pueblo Bonito, la mayor población de Chaco, está alineada exactamente con los ejes norte-sur y este-oeste (cardinales), lo que sugiere que su construcción fue planificada mediante observaciones estelares o solares. Otros sitios chacoanos satélite, como Chimney Rock en Colorado, tienen alineamientos lunares: en Chimney Rock dos agujas rocosas enmarcan la salida de la Luna llena de lunasticio mayor (cuando la declinación lunar extrema ocurre cada 18,6 años). Esto sugiere que incluso el complejo ciclo lunar de nodos pudo ser observado.
  • Los Hopi (descendientes de los anasazi) conservan hasta hoy rituales ligados al calendario solar, lo que atestigua continuidad: en el solsticio de invierno realizan la ceremonia Soyal para solicitar el retorno del Sol. Los Hohokam (Arizona, 700–1100 d.C.) por su parte crearon “marcadores de luz” en cuevas y petroglifos indicando equinoccios, para guiar su calendario agrícola en el desierto Sonorense.
  • Naciones del Caribe – Taínos (1200–1500 d.C.): En las Antillas Mayores, los taínos (Arawaks insulares) desarrollaron una rica mitología cosmológica. Aunque no construyeron observatorios monumentales, sí organizaron sus aldeas y plazas (bateyes) según conceptos celestes. Algunos bateyes están delimitados por piedras donde se hallan petroglifos solares y lunares, posiblemente indicando puntos de salida del sol en solsticios en el horizonte. Por ejemplo, en Puerto Rico se han encontrado alineamientos en parques ceremoniales con los equinoccios. Los taínos también tenían dioses astrales: Yukiyú (Yúcahu) era su dios del cielo y la yuca, asociado con las estrellas; Atabey, diosa madre lunar; y Maquetíe (Guamá) representaba al Sol. Se cree que usaban las estrellas para navegación entre islas – sus canoas se guiaban por la Estrella Polar (Anacacuya era el nombre taíno del Polar, al que asociaban con el cacique mítico del centro del cosmos blogs.baruch.cuny.edu). Un hallazgo fascinante en la isla de Middle Caicos (Turks & Caicos) es el sitio MC-6, donde arqueólogos descubrieron un patio central rodeado de estructuras y un monolito central. Las investigaciones de S. Sullivan mostraron que ese patio no es perfectamente simétrico: los lados forman arcos que permitían alineaciones recíprocas entre pares de estructuras opuestas timespub.tc. Cuando se midieron, resultó que el eje principal del patio coincide con la salida/puesta del Sol en el solsticio de verano, evento observado in situ por Sullivan en 1981 timespub.tc. Además, se identificaron alineamientos con la salida/puesta de estrellas clave como Betelgeuse de la constelación de Orión timespub.tc. De hecho, la disposición de las 8 estructuras alrededor del patio parece dibujar en el plano la forma de la constelación Orión timespub.tc. Esto indicaría que los taínos replicaron en la organización de su aldea principal sus constelaciones importantes. Orión era notable para ellos: la llamaban “el Cazador” o un ser mítico con una pierna (similar a otras culturas andinas que veían a Orión como un hombre cojo). El ciclo de Orión en el cielo nocturno coincide con estaciones de lluvia y sequía (aparece por primera vez en el amanecer de julio, culmina en medianoche de diciembre, se oculta en mayo) timespub.tc, lo que “ofrece un medio obvio para marcar las estaciones” y efectivamente en el Caribe marca inicio y fin de la estación húmeda timespub.tc. Esto guió la agricultura taína (y también sus pesquerías, que dependían de temporadas). Así que, aunque sin escritura ni grandes observatorios, los taínos integraron cielo y tierra: su palabra para cielo turey también significaba “lo sagrado” y curiosamente la usaron para nombrar el oro de los españoles (pensando que provenía del cielo) timespub.tc. Su mitología recoge además la historia de Guahayona (un héroe que pudo representar a Venus como viajero) y Anacacuya, “el que tiene el alma del cielo”, ligado a la Estrella Polar blogs.baruch.cuny.edu. Todos estos datos, junto con arte rupestre de motivos solares en cuevas, conforman el entendimiento de la astronomía taína, la cual era básica pero vital para la navegación y el calendario agrícola de las islas.

Comparación de sistemas calendáricos precolombinos

Dada la diversidad cultural, es instructivo comparar cómo distintos pueblos estructuraron el año y los ciclos temporales según sus observaciones astronómicas:

CulturaCalendario y ciclos principalesUso e impacto
Maya y Mesoamérica (general)Duales: Haab solar de 365 días (18 meses de 20 días + 5 días nefastos) y Tzolkin ritual de 260 días (13 números × 20 días)labrujulaverde.com. Ciclo combinado de 52 años (cuando Haab y Tzolkin coinciden de nuevo)labrujulaverde.com. Los mayas agregaron la Cuenta Larga (conteo continuo de días) con unidades mayores: 20 años = 1 katún; 394 años = 1 baktúnlabrujulaverde.com.Agrícola: Haab para siembras/cosechas estacionales. Religioso: Tzolkin para auspicios diarios, adivinación y nombrar personas. Político: Rueda de 52 años marcaba eras; en el centro de México se celebraba el Fuego Nuevo al completarselabrujulaverde.comHistórico: Cuenta Larga permitió registrar cronologías precisas y profecías cíclicas (p.ej. fin del baktún 13 en 2012)labrujulaverde.comGuerra: Fases de Venus del ciclo de 584 días influían decisiones bélicases.wikipedia.org. En general, este calendario sincronizado unificó Mesoamérica, intercambiándose entre olmecas, zapotecas, mayas, mixtecas y mexicases.wikipedia.org.
Inca y AndesLunisolar ajustado: 12 meses lunares (~354 días) con nombres que refieren a festivales estacionales. Añadían días extra o incluso un 13º mes (mes “sordo”) periódicamente para sincronizar con el año solarmachutravelperu.comen.wikipedia.org. Algunos cronistas dicen que Viracocha instituyó un año de 12 meses lunares comenzando en diciembre y Pachacúti lo reformó añadiendo días para completar ~365 díascrystalinks.com. El año comenzaba alrededor del solsticio de diciembre con Capac Raymi. Usaban observaciones solares (solsticios, equinoccios) para calibrar. En Muiscas (Colombia): 12 meses comunes, un mes extra intercalado cada cierto tiempo, completando un ciclo mayor de 37 meses lunares ≈ 3 años solaresen.wikipedia.org.Agrícola: El calendario andino estaba ligado a estaciones de lluvia y sequía. Los meses marcaban labores (siembra, cosecha) y correspondían a constelaciones (ej. aparición de Pléyades señalaba inicio de siembra de tubérculoscolorado.edu). Ceremonial: Cada mes tenía un festival principal (Inti Raymi, Capac Raymi, Coya Raymi, etc.) uniendo al imperio en rituales solares o lunares. Administrativo: En el Cusco, el sistema de ceques asignaba cada día a una huaca, facilitando una suerte de calendario burocrático-religioso anual. Predicción climática: Observación de estrellas (Pléyades, Antares, etc.) para pronosticar clima y rendimientos agrícolascolorado.edu. Los incas tuvieron uno de los sistemas calendáricos más avanzados de Américaen.wikipedia.org, integrando múltiples ciclos (solar, lunar, sideral de estrellas) en la gestión imperial.
Pueblos de Norteamérica (ej. Mexicas, Pueblos)Los mexicas usaban el mismo sistema dual 365+260 que los mayas (lo heredaron de toltecas/teotihuacanos). Nombraban los años por la combinación de signo y número (Ce Ácatl = 1 Caña, etc.). Añadían una corrección: algunos investigadores creen que su año de 365 días era “unas horas más exacto que el Juliano” gracias a ajustes, aunque no explícito en fuenteslabrujulaverde.com. Los pueblos hopi-zuni tenían calendario solar simple de 365 días, con marcadores en horizonte para solsticios y un ciclo ceremonial de Katsinas anual. Plains Indians (ej. Lakota) seguían años lunares (~354 días) y añadían “meses azules” ocasionalmente.Mexicas: idéntico a Mesoamérica (ver arriba): religioso (260-días Tonalpohualli), agrícola y estatal (365-días Xiuhpohualli), con Xiuhmolpilli de 52 años para el Fuego Nuevolabrujulaverde.comHopi/Zuni: Muy centrado en solsticios y equinoccios; su Consejo de Sacerdotes solar determinaba cuándo iniciar ceremonias (ej. Soyal en solsticio invierno para “dar poder al sol” y Niman en solsticio verano para la retirada de los Katsinas). Sin escritura, su transmisión era oral. Grandes Llanuras: Usos prácticos para caza migratoria (sabían cuándo venían búfalos según posición de ciertas estrellas en otoño). En general, estos pueblos tenían calendarios menos matemáticos pero basados en observación directa anual, suficientes para sus necesidades de subsistencia y ritual.

es.wikipedia.orglabrujulaverde.comen.wikipedia.orgcolorado.edu

(Tabla: Comparación resumida de los sistemas calendáricos de distintas culturas precolombinas, mostrando la variedad desde los precisos ciclos mesoamericanos hasta los calendarios lunisolares andinos. Todas estas civilizaciones ajustaron sus vidas sociales y rituales en torno a los patrones del Sol, la Luna y las estrellas.)

Conclusiones

A lo largo de milenios, las culturas precolombinas observaron el cielo con una dedicación asombrosa, obteniendo conocimientos que entrelazaron con todos los aspectos de su vida:

  • Desarrollaron sofisticadas técnicas de observación (alineamientos de edificios, marcadores de sombra, calendarios portátiles como quipus o códices) para rastrear los movimientos del Sol (solsticios, equinoccios, pasos cenitales)de la Luna (fases, eclipses, lunasticios)de planetas (especialmente Venus) y de estrellas clave (Pléyades, Orión, Cruz del Sur, etc.). Estos conocimientos se plasmaron en monumentos desde las pirámides de Caral (~2500 a.C.) orientadas a la Luna ancientpages.com, pasando por Chankillo (~200 a.C.) con sus 13 torres solares whc.unesco.org, hasta observatorios avanzados como El Caracol de Chichén Itzá y Intihuatanas incas.
  • La astronomía impactó profundamente en la religión: los dioses principales eran astros (Sol, Luna, Venus, constelaciones). Los mitos de creación hablan de soles que mueren y renacen, de dioses que bajan del cielo y héroes que se transforman en constelaciones. Ejemplos notables son la leyenda del retorno de Quetzalcóatl como hombre blanco desde el mar, que influyó en la recepción de Cortés arqueologiamexicana.mx, o la de Viracocha caminando sobre el océano prometiendo volver britannica.com – ambos mitos muestran cómo incorporaron en sus profecías la idea de cíclico retorno de fenómenos celestiales. Para sostener el orden cósmico, realizaron ceremonias periódicas: sacrificios humanos aztecas para “alimentar al Sol” diariamente, o los circuitos anuales incas depositando ofrendas en cada huaca en su día asignado. La arquitectura ceremonial (templos, líneas, montículos) fue literalmente un mapa terrestre de su cosmos.
  • En la organización social y política, la astronomía brindó legitimidad y cohesión. Los gobernantes se presentaban como elegidos o emparentados con el Sol y las estrellas, usando insignias solares (penachos como rayos, discos dorsales dorados, etc.). La capacidad de predecir un eclipse o el solsticio aumentaba el prestigio de los sacerdotes y por tanto la obediencia del pueblo. Muchas decisiones de estado –desde cuándo partir a la guerra hasta cuándo sembrar– se tomaban “consultando” el calendario sagrado es.wikipedia.org. La administración del tiempo mediante calendarios unificados ayudó a controlar grandes imperios: los incas unificaron sus provincias con fiestas simultáneas (Inti Raymi en todo el imperio en junio), y los aztecas sincronizaban tributos y campañas en su Xiuhmolpilli de 52 años.
  • La astronomía guió la agricultura: todas estas culturas dependían de saber cuándo llegaban las lluvias, las sequías, el tiempo de cosecha. Observaron correlaciones astronómicas – como el orto heliacal de las Pléyades con las lluvias andinas colorado.edu, o la posición del Sol en equinoccio con las inundaciones mesoamericanas – y las convirtieron en calendarios agrícolas fiables. Esto incrementó la productividad y permitió planificar excedentes y obras hidráulicas (ej. los ciclos del Nilo americano – el río Supe en Caral – eran anunciados por la Luna en lunasticio ancientpages.com).
  • Surgieron transferencias e intercambios de conocimiento notables: los olmecas sentaron las bases para mayas y zapotecas es.wikipedia.org; Teotihuacán influenció a mayas y toltecas; toltecas y mayas inspiraron a los aztecas. En los Andes, Chavín y Tiwanaku aportaron conceptos a los incas. Incluso entre regiones aparentemente aisladas hubo contactos: algunos estudios sugieren que navegantes polinesios que alcanzaron Sudamérica pudieron intercambiar ideas astronómicas, o que comerciantes mesoamericanos llevaron consigo nociones calendáricas al suroeste de Norteamérica (teoría de la difusión del complejo “Sol y lluvia” Hohokam). Sin embargo, la mayoría del conocimiento parece haberse desarrollado de forma convergente pero independiente en cada región, demostrando la universalidad de la observación humana del cielo.

En conclusión, los conocimientos astronómicos precolombinos alcanzaron un alto nivel de desarrollo e impregnaron cada dimensión de la vida indígena. Lejos de ser “pueblos primitivos”, las civilizaciones americanas lograron predicciones precisas de eclipses y ciclos planetarios, definieron calendarios complejísimos y alinearon sus ciudades con el cosmos siglos antes de Galileo. Estos logros, estudiados hoy por disciplinas como la arqueoastronomía (con investigadores pioneros como Anthony Aveni, Ivan Šprajc o Edmundo Magaña), han sido corroborados en sitios arqueológicos de todo el continente. Instituciones como el Museo Nacional de Antropología de México (que exhibe la Piedra del Sol azteca) o el Museo de Sitio de Chankillo en Perú difunden este legado, mientras que proyectos científicos recientes –por ejemplo, las excavaciones de Ruth Shady en Caral o los estudios de Ivan Šprajc sobre alineamientos mesoamericanos– continúan revelando la enorme sofisticación de la astronomía precolombina ancientpages.compmc.ncbi.nlm.nih.gov】.

En síntesis, el cielo fue el gran reloj y libro sagrado de América. Las estrellas y ciclos celestes guiaron a las sociedades precolombinas en la construcción de sus pirámides, en la fundación de sus imperios, en la siembra de sus campos y en la forja de sus esperanzas y temores. Hoy, gracias a la colaboración entre arqueólogos, antropólogos y astrónomos, comprendemos mejor cómo Mayas, Aztecas, Incas, Taínos, Pueblos y tantas otras culturas “leyeron” el firmamento con una mezcla de ciencia y simbolismo. Este legado astronómico ancestral no solo suscita admiración, sino que inspira un renovado respeto por el ingenio humano y su capacidad de encontrar orden y significado en los cielos estrellados de todas las épocas.

Referencias seleccionadas:

  • Aveni, Anthony. SkywatchersAstronomy and Observations in Ancient Mesoamerica (rev. 2001).
  • Šprajc, Ivan. Origins of Mesoamerican Astronomy and Calendar (Science Advances, 2023pmc.ncbi.nlm.nih.gov】.
  • Shady, Ruth et al. Latin American AntiquityAstronomical Alignments in Caral-Supe (2020ancientpages.comancientpages.com】.
  • Museo Nacional de Antropología (MX), Sala Mexica – Calendario Azteca (Piedra del Sol).
  • UNESCO – Chankillo Archaeoastronomical Complex (Perúwhc.unesco.org】.
  • Museo Maya de Cancún (MX) – Exhibición “Los Mayas y el tiempo”.
  • Urton, Gary. Inca Astronomy and Calendrics, in The Oxford Handbook of the Incas (2018).

Continuaremos nuestros Relatos haciendo una aproximación a «la Evolución de la escritura en América» Capítulo 11.